Lo que empieza como protección, termina como corrosión
El cinismo no llega como un grito. Llega como un susurro constante:
- “Este caso es igual a los otros diez.”
- “¿Para qué esforzarme si igual no me lo agradecen?”
- “Seguro está exagerando los síntomas.”
- “Nadie se da cuenta del esfuerzo, así que ¿para qué intentarlo?”
Y de a poco, sin que lo notes, tu empatía se convierte en una formalidad vacía.
Respondes con frases de protocolo, tu tono es monótono, tus gestos están en piloto automático.
No eres un mal profesional.
Eres un profesional al que se le acabó la reserva emocional.
Factores que lo alimentan (como si fuera un gremlin emocional)
1. La burocracia sin fin
Notas. Formularios. Requisitos legales. Pedir autorización para pedir autorización.
Mientras tú haces malabares con firmas, un paciente pregunta por qué todavía no pasó el doctor.
2. La desvalorización institucional
Horas extra que nadie paga. Guardias eternas. Jefes que solo ven errores.
Te exigen productividad con alma de Excel, pero no te preguntan cómo estás.
3. La actitud demandante de algunos pacientes
Gente que llega ya enojada.
Que asume mala atención antes de ser vista.
Que descarga años de frustración contigo porque usas bata.
4. Falta de espacios reales para procesar emociones
No hay pausas.
No hay tiempo para hablar de lo difícil.
Solo hay protocolos, interconsultas, “aguantate” y “así es la medicina”.
5. Ver que los cínicos sobreviven más
El colega que no se inmuta, que no se involucra, que se va puntual.
Parece menos afectado. Y tú lo envidias un poco, aunque te dé bronca.
Formas sutiles de cinismo que parecen normales (pero no lo son)
- Reírte de todo lo emocional como si fuera ridículo.
- Sentir que todos los pacientes mienten “un poco”.
- Hablar en diminutivo de cosas graves (“le dio un infartito, nada grave”).
- Rechazar cualquier actividad de autocuidado como “new age para flojos”.
- Llamar “ñoños” a quienes todavía muestran entusiasmo.
¿Cómo no perder la humanidad sin perder la eficacia?
Porque sí, hay que protegerse.
Pero hay una diferencia entre poner límites… y poner una muralla emocional que nadie puede cruzar, ni tú mismo.
🔹 Practica la desconexión estratégica, no el desapego crónico
Desconectarte de un caso muy intenso por unas horas no es insensibilidad.
Es inteligencia emocional.
Pero si nunca vuelves a conectar con nada… te volviste un actor del sistema.
🔹 Recupera algo que te hacía sentir orgullo
Una historia. Un paciente que te agradeció.
Un caso que resolviste y te hizo sonreír en el baño sin que nadie te viera.
Recuerda que tu trabajo tiene impacto. Incluso cuando no lo dicen.
🔹 Protege tus espacios fuera del hospital como si fueran quirófanos
Tu tiempo libre no es ocio: es medicina preventiva para no volverte un robot.
Y no, ver series de crimen real donde todos mueren no cuenta como descanso emocional.
🔹 Aprende a decir «hoy no puedo más» sin culpa
No vas a salvar a todos hoy.
No vas a resolver el sistema.
Lo que sí puedes hacer es no romperte tú en el proceso.
¿Y si ya estás cínico hasta la médula?
Bienvenido, colega. No estás solo.
Pero sí estás a tiempo.
Lo primero es no juzgarte por sentirte así.
Lo segundo es buscar pequeñas formas de recuperar el propósito:
- Ayudar a un colega nuevo.
- Escuchar una historia sin interrumpir.
- Escribir lo que sentiste en una guardia dura.
- Volver a mirar a los ojos a alguien que te habla.
No vas a “des-cinizarte” de golpe.
Pero puedes dejar de hundirte un poco más cada día.
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2 comentarios sobre “Escoger una especialidad: Evitar el cinismo profesional”