La gran mentira: “A mí no me afecta”
Todos lo dicen. Todos lo creen.
Hasta que te despiertas sudando a las 3 a. m. sin razón aparente.
O se te olvidan los nombres de tus propios pacientes.
O te dan náuseas al pasar por el comedor.
O lloras por no encontrar tu credencial, y no, no es por la credencial.
¿Te suena?
Porque el estrés se cuela cuando bajas la guardia emocional.
No pregunta. No toca la puerta.
Solo se instala. Y empieza a invadir sistemas.
Estrés médico: versión hardcore
Tú no trabajas en una oficina.
No tienes sillas ergonómicas ni pausas activas.
Tú trabajas en medio de sangre, decisiones críticas, sonidos de monitores y pacientes que no vienen con manual.
Y encima tienes que hacerlo con buena cara.
Eso no es estrés común.
Eso es estrés de alto voltaje con consecuencias fisiológicas profundas.
El estrés no solo te “cansa”. Te reprograma.
¿Sabías que el estrés crónico puede literalmente alterar tu sistema nervioso autónomo?
Ese que regula todo sin que pienses en ello.
Lo que significa:
- Tu ritmo cardíaco empieza a dispararse sin razón.
- Tu digestión se frena (porque ¿quién necesita comida cuando hay que salvar vidas, no?)
- Tus ciclos hormonales se desregulan.
- Tu cuerpo entra en un bucle de alerta… que no sabe apagar.
Esto se llama disautonomía inducida por estrés crónico, y si eso suena grave es porque lo es.
Cosas que “parecen normales” pero son signos de estrés físico brutal
- Cambios menstruales por el estrés. Sí, tu ciclo también renuncia contigo.
- Mareos sin explicación: tu presión ya no sabe a dónde va.
- Palpitaciones a la menor provocación.
- Hombros duros como piedra porque llevas horas “sosteniéndote”.
- Sensación de ahogo emocional que se manifiesta como falta de aire física.
- Resfriados que duran 2 semanas y regresan cuando “al fin tenías un día libre”.
¿Qué pasa cuando no haces nada?
El cuerpo se adapta.
Al principio.
Luego, colapsa.
Porque no se puede vivir con el sistema simpático encendido 24/7.
Eso termina en:
- Trastornos de ansiedad clínica.
- Insomnio resistente.
- Hipertensión arterial sostenida.
- Depresión somatizada.
- Enfermedades autoinmunes que se disparan con el estrés.
- Síndrome de fatiga crónica (sí, eso existe).
- Burnout con manifestaciones físicas reales: contracturas, infecciones, alergias, y más.
Y sí: puede llegar a matarte.
Lento. Silencioso. Y con bata puesta.
El cuerpo como caja de resonancia
Tu cuerpo no te traiciona.
Te avisa. A gritos.
Y tú respondes con paracetamol, cafeína, y un “luego me reviso”.
Pero esos malestares no son accidentes.
Son mensajes que se acumulan porque tú decidiste ignorar el correo emocional.
¿Qué podrías hacer HOY para evitarlo?
(Spoiler: no se trata de renunciar y mudarte a una cabaña en la montaña… aunque tentador)
- Dormir 7 horas una vez por semana. Idealmente más, pero seamos realistas.
- Tomarte 10 minutos entre guardias para estirarte, cerrar los ojos o no pensar en pacientes.
- Hacerte chequeos médicos reales. Eres médico, no inmortal.
- Aceptar que pedir ayuda no es rendirse. Es darte una oportunidad.
- Poner límites. Cuando dices “no puedo”, estás cuidando tu sistema entero, no siendo flojo.
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2 comentarios sobre “Escoger una especialidad: El estrés y su impacto en la salud física”