El gran desencanto
Entraste a medicina lleno de ideas nobles y esperanzas brillantes.
Te imaginaste salvando vidas, curando enfermedades raras, haciendo diagnósticos increíbles como si tuvieras visión de rayos X.
Tal vez pensaste que te aplaudirían. Que ibas a “marcar la diferencia”.
Entonces llegaste a tu primer día de hospital, y alguien te gritó porque no tenías puesta una cofia.
El glamour muere rápido
- Nadie te explica nada pero todos esperan que sepas todo.
- El ecógrafo nunca está disponible.
- La paciente de la cama 12 lleva cuatro días esperando una interconsulta que tú ya pediste tres veces.
- El papel de la receta no tiene tinta.
- Tu superior está desaparecido, pero volverá para regañarte cuando algo salga mal.
- Lo primero que aprendes a diagnosticar es “paciente sin cama disponible”.
El ecosistema hospitalario: una fauna diversa
1. El paciente (y su familia)
- Algunos son agradecidos, sí. Pero muchos están frustrados, asustados y exigentes.
- Y tú serás su pararrayos emocional.
- Ellos no distinguen entre el sistema y tú. Tú eres “el hospital”.
- A veces esperan milagros. A veces quieren que los cures con una ecografía y una oración.
2. Los otros médicos
- Encontrarás colegas brillantes y generosos.
- También encontrarás egos flotando a nivel estratosférico.
- Las guerras entre servicios existen.
- “Eso no lo maneja mi especialidad” es una frase que oirás más que “buenos días”.
3. Enfermería
- Tus mejores aliados… o tus enemigos más temibles si te los ganas en contra.
- Te enseñarán más que muchos docentes.
- Pero no abuses de su paciencia: si no puedes canalizar una vena, aprende, no desaparezcas.
4. Administrativos y sistema
- La orden para laboratorio tiene que ir firmada, sellada, escaneada, y subida al sistema en PDF y en formato físico.
- ¿Querías pedir un tomógrafo urgente? Hay que autorizarlo con un papel que nadie sabe dónde está.
- ¿Y la ambulancia? Está… en otra cosa.
Las emociones reales que no salen en el currículo
Frustración
Por no poder ayudar. Por no tener medios. Por ver que el sistema está roto.
Y porque a veces, no importa cuánto te esfuerces: las cosas igual salen mal.
Cansancio
El físico, que duele en los pies y en la espalda.
Y el emocional, que duele en partes que ni sabías que tenías.
Miedo
De cometer un error.
De que se te pase algo grave.
De que el paciente se complique.
De que el residente mayor te humille delante de todos por eso.
Soledad
Aunque haya gente por todas partes, el hospital puede ser un lugar solitario.
Especialmente cuando te quedas en una guardia larga, a las 3:42 am, con un paciente descompensado y una duda que nadie te enseñó a resolver.
La paradoja del hospital
Lo más duro es que… igual lo amás un poco.
Porque entre todo el caos, la incertidumbre y la carga excesiva, hay momentos que nadie te puede quitar.
- Esa vez que un paciente lloró de alegría porque le diste el alta.
- El primer “gracias doctor” que no fue automático, sino real.
- La vez que hiciste bien algo difícil.
- El compañero que te cubrió para que fueras al baño.
- Esa hora de guardia en que no pasó nada, y respiraste.
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2 comentarios sobre “Escoger una especialidad: El choque con la realidad del trabajo hospitalario”