🧠 Empecemos desde lo biológico: el cuerpo no es infinito
A pesar de que el sistema médico parece creer que puedes funcionar con 4 horas de sueño, 3 cafés y cero tiempo para llorar, tu cerebro sabe la verdad.
Y empieza a mandar señales:
- Pérdida de concentración
- Apatía total
- Irritabilidad tipo “me hablas y ya quiero llorar”
- Sueños raros donde olvidas colocar un catéter y despiertas sudando
- Ganas de salir corriendo de una guardia sin mirar atrás
¿Sabes cómo se llama eso?
Agotamiento. Crónico.
No es flojera. No es falta de vocación.
Es un sistema nervioso colapsando ante la sobrecarga.
Y a veces, ese colapso te dice:
“¿Y si renunciamos? ¿Y si ya basta?”
🎭 La gran farsa: fingir que está todo bien
Vas a trabajar. Haces lo que tienes que hacer.
Incluso sonríes. “Todo bien, gracias.”
Y por dentro… el desierto emocional.
Ese contraste entre lo que sientes y lo que muestras es el caldo de cultivo perfecto para el deseo de renunciar.
Porque ya no sabes si eres un médico o un actor que repite líneas para no caer al piso.
💣 El momento exacto en que lo piensas no es casualidad
¿Notas que las ganas de renunciar no aparecen cualquier día?
- Aparecen después de un turno donde hiciste de psicólogo, portero, técnico y médico.
- Después de que un superior te gritó por un error que no fue tu culpa.
- Después de que diste el 110% y nadie lo notó.
- O justo después de pensar: “si esto es para siempre… no quiero.”
No es locura. Es hartazgo acumulado.
📊 Algunos escenarios reales donde pensar en renunciar es 100% válido
- Cuando tu salud mental se está yendo por el caño y nadie alrededor parece notarlo.
- Cuando el sistema en el que estás es más violento que formativo.
- Cuando ya no sientes sentido ni conexión con lo que haces.
- Cuando tus valores y el entorno están peleados 24/7.
- Cuando tu cuerpo ya empezó a enfermarse por sostener la exigencia.
Y aquí va una frase incómoda:
“A veces, el problema no eres tú. Es el lugar donde estás tratando de sobrevivir.”
Pero a veces no es renunciar. Es cambiar algo YA.
Antes de soltar todo… prueba con esto:
🔄 Cambiar de entorno
A veces, no odias la medicina.
Odias ese hospital. Ese jefe. Esa ciudad.
Cambia el escenario y lo que parecía un drama se convierte en oportunidad.
🧘 Cambiar la forma en que trabajas
- Negociar menos horas
- Priorizar especialidades con menos carga emocional
- Aprender a decir que no
- Agendar tiempo para ti como si fuera una cirugía
No vas a salvar a nadie si estás destruido.
💬 Cambiar tu red de apoyo
Rodearte de gente que está igual de quemada te hunde más.
Busca personas que te entiendan, sí, pero que también quieran salir del pozo.
La resiliencia se contagia igual que la desesperanza.
🔥 Y si decides irte: bien hecho
No renunciaste a la medicina.
Renunciaste a sacrificarte sin sentido.
Tal vez vuelvas en otra forma. Tal vez no.
Tal vez descubras otra pasión.
Tal vez construyas una vida donde sí tengas tiempo para respirar.
Y eso es valioso. Eso también salva vidas. Empezando por la tuya.
¿Cómo saber si es el momento?
Puedo hacerte un pequeño cuestionario tipo:
- ¿Tu cuerpo te pide parar todos los días?
- ¿Lloras más de lo que hablas?
- ¿Fantasías con no volver al hospital te provocan alivio físico inmediato?
- ¿Ya no recuerdas por qué empezaste esto?
- ¿Te sientes culpable por siquiera pensar en renunciar?
Si contestas “sí” a tres o más… no estás solo.
Y no estás loco.
Estás humano. Exhausto. Y al borde.
Y este texto, si te sirve, es tu permiso oficial para parar, para replantearte, para pedir ayuda, o para simplemente respirar sin culpa.
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Un comentario sobre “Escoger una especialidad: ¿Es normal querer renunciar?”